dimarts, 4 de desembre del 2012

Sensaciones1

Suena el despertador un sábado a las 6:30 de la mañana, me levanto sin hacer ruido intentando desplazarme como un fantasma para que los que tengo a mi lado y en las habitaciones contiguas no noten que me estoy moviendo.
Me dirijo al comedor donde la noche antes había dejado todo el material preparado sin encender ninguna luz e intentando no emitir ni producir ruidos.
Fuera todavía es de noche y la poca luz que entra por las ventanas se debe a las luces de la calle, gracias a ello y al móvil que llevo en la mano empiezo a organizarme. Cambio el cómodo pijama por las mallas de correr, camiseta y chaqueta, pues aunque el invierno todavía no ha llegado, fuera empieza a hacer frío.
Como algo (poco) que también había dejado medio preparado, lleno de agua la bolsa de la mochila de hidratación y compruebo que llevo todo lo necesario. Procedo a salir por la puerta de la calle sin olvidar la obligada visita al lavabo para evitar paradas incómodas durante el trayecto.
Cojo el coche y me dirijo al punto de partida del recorrido que había decidido la noche antes cuando planifiqué la salida en el mapa. Todavía es de noche y algunas nubes se acumulan por encima de la zona donde decidí realizar la pequeña aventura. La noche anterior el hombre del tiempo dijo que por la mañana habría una tregua y no llovería hasta la tarde, pero empiezo a pensar que nada evitará una ducha antes de tiempo. 
Aparco en una zona habilitada en medio del valle divisando los picos de la Carabassa y el Puigpedrós cuando al salir del coche el viento me hace recordar de ponerme el gorro y los guantes. Decidí realizar un recorrido por cotas no muy altas pues la semana anterior había nevado y con el viento no era muy recomendable ascender a mucha altitud.
Empiezo a correr sin el frontal pues la luz de primeras horas de la mañana permite ver con claridad. Las primeras sensaciones son de entumecimiento, las piernas no tiran, los pulmones no se llenan de todo el oxígeno necesario, el corazón va demasiado rápido y el cerebro está todavía en la cama enfundado en la agradable colcha. Pero rápidamente todo pasa y me encuentro mucho mejor, las piernas empiezan a andar, el ritmo cardíaco y respiratorio se acompasa y los sentidos empiezan a trasmitir. Asciendo por la pista que se dirige al refugio de Malniu, preparándome para el comienzo de la verdadera ruta...